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martes, 1 de diciembre de 2009

OFF! Cronica de como salvé al mundo una vez

Es algo curioso como funciona la mente del ser humano, es fascinante como se puede inducir a uno de los seres menos racionales de los universos a realizar acciones que superan el instinto universal de auto-conservación. Intentar este experimento con alguno de los pequeños pigmeos de Alfa Centauri seria un suicidio ya que los centaurianos se alzarían en armas contra el soez embaucador.
Por eso vinieron acá (la Tierra) bajo el mando de Öyster; que aseguraba que los humanos eramos orgullosos, hedonistas, materialistas, y poco perceptivos, ya que los objetos minerales preciosos nos obnubilaban y no nos dejaban valorar el agua y la tierra; para tratar de someter a los humanos a la exposición de una ilusión perceptiva que atrae unos pequeños insectos voladores que zumban en las oidos y causan picazón que no se iba rascando. Pero son tontos los humanos, Öyster lo sabia porque ya habia estado allí, una vez por error dobló mal en Selene y cayo en un lugar desértico que estaba señalizado en un idioma que el viajero intergaláctico no comprendía, "Nevada". Y ya había conseguido hacer que un humano se suicide con el mismo sistema.Lo que no tuvieron a su favor ellos, fue que se encontraron conmigo, en el medio del patio de mi casa. Son diminutos, no deben tener más de 15cm de estatura y parecen lactantes, pero sus rostros son solemnes y feroces. Me acerqué a ellos y esperé que me hablaran, pero no lo hicieron. Se quedaron inmóviles y espectántes, lentamente comenzaron a rodearme y sabiendose invisibles comenzaron a burlarse de mi con muecas extrañas. Pobres, no saben que no todos los humanos son ciegos y me colocaron muy sutilmente el chip en la frente. El espectáculo era horroroso, mosquitos zumbando por doquier enderredor de mi cuerpo, salían de cualquier lado, plantas, pasto, de otras casas y zumbaban con su fastidioso sonido, pero no me tocaban.
Ellos estaban atónitos, no entendían por que sucedía eso y telepáticamente me preguntaron que embrujo utilizaba para repeler a los insectos. Me quité el chip y se los dí. Mi silencio les resultaba tortuoso y por eso huyeron, pero no es mi culpa no saber comunicarme telepáticamente, no es mi culpa que ellos no tuvieran oidos, no fue mi culpa que ellos hayan elegido al ser humano equivocado para comenzar la invasión, no fué mi culpa que el repelente de insectos que me unté en el cuerpo fuera de larga duración y no fue mi culpa la ejecución de Öyster luego la invasión fallida al planeta Tierra.

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