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martes, 5 de enero de 2010

Capítulo II: ¿Qué mierda pasa acá?

Todos estaban desconcertados, los ojos se había acostumbrado mucho a la oscuridad del tren. En mi confusión, un par de manos me alineó en una fila de personas y nos gritaron que nos quedemos firmes.
Empezaron a agruparnos en grupos, no más de 15 o 20 personas. Parecía un campamento más, donde se hacen los duros, pero no. Repentinamente comenzaron a fusionar grupos, las razones eran simples, "porque yo lo digo" según el flaco vestido que parecía ser el que llevaba la batuta. Noté que en mi grupo había 16 personas y todos teníamos equipaje, lo que me llamó notablemente la atención. Más adelante descubriría la terrible razón detrás de esa clasificación.
Los grupos fueron uniéndose hasta que quedaron dos, los 16 de mi grupo y todo el resto de las personas de esta llanura.
Nos llevaron a una cabaña y a estas alturas, no dialogar con nadie me estaba sumergiendo en la insania mental, necesitaba obtener información, alguien que estuviera más informado, un rápido paneo por la única habitación me mostró que nadie estaba al tanto de nada, miedo, desesperación, inseguridad, miedo. Todos nos sentíamos igual, pero mi fastidio por mi nariz rota, por lo que me dijo un pedante enfermero con tono polaco, mi constante goteo sanguíneo y mi impotencia por descubrir quien había sido el culpable superaban todos los sentimientos anteriores.
Horas más tarde, algo me tomó por sorpresa, un hombrezuelo joven, no mucho menor que yo, moreno, rapado como reguetonero y con una cara irregular se acercó y me hablo, entablamos una conversación amena, como de costumbre con un extraño, de donde venimos, por que vinimos, qué pensábamos obtener y imaginar creatívamente con humor nuestro incierto destino.
Al poco tiempo me agrado Alejandro, y nos propusimos ayudarnos mutuamente en neutralidad.
Instantáneamente un grupo de hombres irrumpió en el cuarto, con bolsos grandes, más grandes que algunos pigmeos, bolsos de 1.30 metros de largo. Comenzaron a revisar nuestro equipaje y mi intolerancia desbordó y pregunte "¿Qué mierda pasa acá?". El mandamás me miro fríamente y se congeló mi nuca, tomó el bolso más grande, aparentemente pesadísimo, miró mi valija, miró mi documentación y sentenció "Es el único que tiene su propio bolso". Y acto seguido me arrojó el pesado bulto, dándose media vuelta entre carcajadas susurró, "te recomiendo que te tomes el tiempo de revisarlo" y agregó a sus colaboradores "llévenlo a la base azul"

2 comentarios:

Juan Olmedo dijo...

Sr. Marcos!.
Me mantengo a la espera del siguiente capitulo. Y esto es para tí que, con tu gran personalidad, contribuiste a mi sed por saber siempre un poco más.

http://www.youtube.com/watch?v=tOlI_FTJPDo

Juli dijo...

Genial!
Pero me quedó una duda: el reguetonero... por casualidad, no era pablo pavon?

gracias por tu comentario, amigo, gracias.
cuidate.