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miércoles, 6 de junio de 2012

Crónica de un asalto.

Recibí un llamado del deber. El destino era sospechoso, pero la mayoría en si mismos lo son, con lo cual, no fue motivo para no acudir a él.
El predio de Boca/Barcelona en La Candela era el lugar. La noche era la cómplice ideal. La situación, un anciano. Debo admitir que no percaté de inmediato el peligro. Sino, más bien, un leve aroma a tensión. El muchacho clavó sus ojos en mí desde que llegué al lugar. El pasajero no respondía a los llamados de bocinazos, palmas y timbre, pero aún así lo esperé, mi bolsillo estaba pensando.
El individuo se transformó en dupla, y la dupla se trasformó en cuarteto en cuestión de segundos. No creo que lo hayan planeado, sino que vieron una oportunidad y se creyeron con suerte. Una muchacha con un cochecito de infante se posó sobre la reja y comenzó a palmear. Su presencia me hizo ruido, pero a la vez no, tal vez buscaba a otro anciano del geriátrico.
Acudí a mi radio y le dije al coordinador que la presencia del cuarteto me generaba incomodidad y sospechas. Pero, a la vez, que la muchacha era el cable a tierra de la paranoia de la inseguridad. Al levantar la mirada, ninguno de los 5 susodichos estaba en el lugar. Alertado por la paz previa al huracán, subí al auto a toda velocidad y como si el alma se escapara del cuerpo pise el acelerador. con un estruendo las ruedas chillaron para arrancar, a la vez que otras ruedas chillaron para frenar. Me habían encajonado la salida. Debo agradecerle a Diosito que el conductor no haya tenido el pie para frenar justo en le medio de la calle, pues de haberlo hecho, me hubieran acorralado. Falló la puntería, y la ochava de la bocacalle quedo al descubierto, con un rápido volantazo esquivé el auto, mientras 2 personas bajaban de él.
Doblé la esquina acelerando, y una motocicleta me alcanzó, no presté atención a los ademanes de sus dos ocupantes. Pero luego de 25 metros de estar cabeza a cabeza, y temiendo lo peor, hice lo que cualquier héroe de película de acción hubiera hecho (Gracias Hollywood), arremetí contra ellos. La motocicleta dio un vuelco, pero como si no faltara algo para hacer la situación más peligrosa, un camión con acoplados no tuve mejor idea que hacer su recorrido por calles internas.
Con puntería cirujana, o suerte monumental, logré atravesar la bocacalle siguiente justo antes del camión. Con la cobertura suficiente para salir del lugar a máxima velocidad.

El coordinador recibió un puñetazo en la cara.

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